7/3/08
El Arbol
Amenina se aburría. En el pais de los gnomos casi nunca había nada que hacer para las gnomas como ella. Mientras sus largos cabellos rubios le rozaban la nariz y la obligaban a estornudar, ella pensaba en David, un bonito gnomo trabajador, de pelo negro azabache y bigote.
Mientras Amenina lo miraba por la ventana de su habitación, su bonito gorro picudo del color del arcoiris voló, lo mismo que el de David, y se internaron en el bosque. Ella se arremangó las faldas y fue corriendo tras él, lo mismo que David. Al poco, chocaron, y cogieron sus respectivos gorros. Si alguien más hubiese estado allí en ese momento hubiera jurado que entre los dos hubo una miradita fugaz. Al apartar los gorros, bajo ellos encontraron una nota, que ponía:
Para Amenina y David:
¡Necesito ayuda! Los trolls están desertizando una
buena parte de nuestro bosque. Nos estamos quedando
sin casas. Solo queda una vieja encina a la que
tienen miedo. Creen que está encantada.
AYÚDADNOS, POR FAVOR.
Bolondrinero__
La letra parecía cada vez más desesperada.
Nada más leer la carta, Amenina y David se sobresaltaron: A David se le erizó el vello y Amenina dio un saltito. “¡Su primera misión!” pensaron. Y dijeron al unísono:
-Hay que salvarlos._Y se pusieron manos a la obra.
De un silvido que dio Amenina llegó volando una bonita paloma blanca (Hay que tener en cuenta que para ellos era gigante). David preparóun arnés y una especie de silla de montar para los dos gnomos muy rápidamente. Subieron a tropicones y Amenina, con su don para los animales, le pidió que despegase hacia el bosque de los robles y la encina.
El paisaje era un mar verde que parecía no tener fin, pero aun así el viaje no fue muy monótono. Los jóvenes gnomos siempre tenían algún juego para la ocasión, y ese era el momento del veo veo, porque era muy difícil ver algo que no fuesen árboles. Pero cuando le tocó a David por enésima vez…
-Veo, veo.
-¿Qué ves?
-Una cosita _Dijo cambiando poco a poco el tono de voz.
-¿Y qué cosita es?
-Empieza por la letra T _Dijo aterrado, a la vez que señalaba un terreno árido y desierto, con trozos de árboles arrancados a lo lejos, y una encina en el centro. Y preguntó:
-¿Qué pasa con esa encina? ¿Acaso le rinden homenaje? ¿O le estan haciendo un altar?
-No, tonto. Es la encina de la que tienen miedo. Vamos a investigar.
Aunque David no era tan valiente y curioso como Amenina, pero si más racional y precavido, también le pareció una buena idea. Así que la acompañó superando sus miedos, porque no quería parecer un cobarde delante de la gnoma que ocupaba su corazón.
Dejaron a la paloma en el bosque con una nota que ponía:
Ahora mismo vamos
Amenina____
Y se acercaron a la encina sorteando a los trolls, aunque fue muy muy muy difícil. Cuando llegaron a la encina se asomaron por las raices, y cual fue su sorpresa al descubrir que era un árbol mágico, lleno de hadas. David y Amenina hablaron con esos seres voladores diminutos y quedaron en que las hadas acogerían a los gnomos del bosque hasta que volvieran a contruir sus viviendas en los árboles.
A Amenina se le ocurrío que si los gnomos se escondían detrás de los árboles mientras una cuerda rodeaba la encina y tirarían cuando vieran a un ser peludo, con olor repugnante y lleno de moscas.
Y lo pusieron en marcha.
Las gnomas, menos Amenina, tejieron el hilo, y con ayuda de las hadas lo volvieron invisibles, porque sus polvos mágicos también tienen ese poder.
Algunos gnomos, los menos fuertes, fabricaron unas jaulas irrompibles para después de que tropezaran encerrarlos en ellas. Los gnomos más fuertes se pondrían en los árboles para tirar de la cuerda. Y ahora solo quedaba el cebo. Debía ser el gnomo más ágil y gracioso del poblado, mejor que se hiera notar, y fue la coincidencia tan grande que resulté que la más ágil, graciosa, atrevida, valiente… Era la misma gnoma que quedaba: Amenina.
Y llegaron los trolls. Todos se pusieron en sus puestos y se acercaron los trolls. Pero uno de los gnomos estaba dormido, y tuvo que ser uno de los que estaban más cerca de los trolls. Total, que todos quedaron encerrados menos uno, que fue a por Amenina. Amenina se creía desfallecer. Pero, con toda su fuerza de voluntad, le pegó una patada, salto girando sobre sí misma y empezó a volar. Lo acercó hasta una trampa y con mucho esfuerzo lo consiguió meter en ella. Los tiraron al río que había cerca, que prácticamente conducía a una cueva subterranea de los trolls, de manera que cuando los viesen, los demás miembros de la comunidad de trolls creyesen que estaban luchando contra una fuerza inmunda y que se rindiesen. Amenina, con su nuevo poder, ayudó a los gnomos a reconstruir el bosque y estuvo varios años en él, aprendiendo muchas cosas de las hadas. Su vuelta fue grandiosa, y volvió con David. Se casaron y todos fueron a su boda.
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